
Ya es oficial. En menos de 24 horas tengo mi primer examen del segundo cuatrimestre del último año de carrera. Empieza la cuenta atrás, el primero de los últimos. O eso espero. Agobios, tensiones, nervios pero también muchas ilusiones, por acabar. Aunque también están esas ilusiones compartidas, los buenos recuerdos, los buenos profesores (escasos en filología, dicho sea de paso) y los mejores amigos. Y es que nunca olvidaremos los pinchos de Caballerizas, los melenas de la plaza, los guiños entre nosotras, los ligoteos, los bailes, las ojeras, noches de juerga y noches de estudio, a Pardo y su meneo hipnótico, las risas con Pastor, las posturas de Viorica, el feminismo y el negrismo apasionados de Olga Barrios, ni a Juan, el único profesor capaz de hacerte mear de risa explicando el Great Vowel Shift. Aún parece ayer cuando estaba en el despacho del temible Mayo explicándole porqué había hecho el ensayo sobre la vida de una prostituta, y sí, no me comió, se rió conmigo! Y Javi, y Manolo! Y mis amigas, las que ahora siguen conmigo, y las que se quedaron por el camino. Todas perdidas, pero valientes y decididas, a encontrar nuestro lugar en el mundo. El 28 nos reunimos todas de nuevo, o casi todas, Marta vuelve de Londres, Leyre y yo acabamos los exámenes, Tesa se fue a Magisterio, ojalá pueda volver a rememorar sus juergas de filóloga. Ely sigue con su japonés, pero ahí sigue su vena, y su carácter, ese que, a pesar del tiempo y de las adversidades, nunca cambia. El 28 será la fiesta de despedida de filología. ¿Y después? Quizás en el INEM. No lo sé. Pero sí sé una cosa, que estos 5 años de felicidad y de amistad serán nuestros pilares. Que tenemos a Shakespeare, a Pound, a Eliot, a Ginsberg, a Marlowe, a Hawthorne, a James, a Austen, a Poe, a Chopin, a Plath y a muchos más para que nos sujeten en las dificultades. Y nos tenemos las unas a las otras. Y también sé otra cosa, si no me pongo a estudiar ahora mismo, seguiré siendo quasi-filóloga un tiempecillo más.