miércoles, 28 de enero de 2009

Fernando Maes



Fernando Maes es cantautor. Muy bueno, por cierto. Fernando Maes también fue profesor de biología en mi instituto. Y cuando iba al instituto, en la excursión de fin de curso a París, nos cantaba a Maná en el autobús. Cómo iba yo a imaginar que casi 6 años después, a punto de acabar la licenciatura, iba a ir con mis amigas de toda la vida a un concierto suyo en Zamora, que ese profesor algo taciturno y nada simpático me iba a hacer estar al borde de las lágrimas ( y no por un suspenso). Que me haría echar de menos esos años pero también sentir más de cerca mi presente, me iba a hacer redescubrir un nuevo París, muy diferente a aquel París de juerga, ojos somnolientos y bocas abiertas, para conocer un París con un toque de magia, que nada tenía que ver con la Torre Eiffel o Notre Dame sino con los ojos de un muchacho, un París también gris porque anunciaba una separación inmediata. Empezé hablando de Maes y terminé hablando de Gonzalo. Quizás no sean términos separables. Porque al escuchar "amo tu vida, tus cosas" se me pasan por la memoria momentos de mi vida, pero también de "tu presente y tu pasado, aunque no estés a mi lado." En los recuerdos, como en la vida, las divisiones, la racionalidad, no valen, porque pertenecen a la didáctica del sentimiento.

El destino



"La mayor mentira del mundo es ésta: en un momento determinado de nuestra existencia perdemos el control de nuestra vida y pasa a ser gobernada por el destino"

Paulo Coelho. El Alquimista

jueves, 22 de enero de 2009

Corazones en la Atlántida


"Bobby, ese será el beso por el que medirás el resto de los besos de tu vida"

Stephen King

martes, 20 de enero de 2009

Barack Obama



Por fin llegó. Hoy llega la esperanza a la Casa Blanca. Y sí, hace un tiempo que me cuesta creer en la política, con lo que me apasionó en su tiempo. Pero Obama me cae bien, y no sólo porque sea negro, aunque sí me parece un hecho a subrayar, un paso adelante en esta historia nuestra cargada de xenofobia, y no digamos la de Estados Unidos, parece mentira que sólo hayan pasado unos años desde que Rosa Parks se negó a ceder su asiento a un hombre blanco en un autobús urbano. La elección del primer presidente negro es un hito en la historia, sí, pero Obama no sólo es un negro e identificarlo exclusivamente como tal sería la primera marca racista. Obama representa la lucha de las clases marginadas por hacerse respetar y valorar. Obama representa la lucha por un mundo mejor o al menos la esperanza de conseguirlo. Obama le choca las cinco a su mujer después de pronunciar discursos con éxito. Parece un tío de la calle, una buena persona con intentaciones honestas. Hoy creo en él, como el resto del mundo. Hacía tanto tiempo que no nos uníamos con la fé puesta en alguien. Y tener fé en él no significa estar pegad@ a la tele hoy, personalmente me niego a ser testigo de la estupidez y pomposidad del acto, pero no se me escapan sus constantes alusiones, de manera directa o indirecta, a los buenos presidentes que ha tenido Estados Unidos: Lincoln, Kennedy,... ni su constante mención a Marthin Luther King. Muchos no estaremos pendientes de la toma de posesión, pero desde nuestras vidas, diferentes y complejas, personas de todas partes del mundo creemos en él. AHORA SÓLO QUEDA, AMIGO MÍO, QUE NO NOS DECEPCIONES.

Actitudes mentales



No extrañéis, dulces amigos, que esté mi frente arrugada: yo vivo en paz con los hombres y en guerra con mis entrañas.

Antonio Machado

sábado, 17 de enero de 2009

Para los que no nos conformamos con quejas o lamentaciones

Amnistía Internacional ofrece la opción de firmar contra el genocidio en Gaza

Para hacerlo, seguid este enlace:

http://www.es.amnesty.org/actua/acciones/israel-y-los-territorios-palestinos-ocupados-protejan-a-la-poblacion-civil/

Positivismo Semántico

Las modificaciones léxicas políticamente inducidas son un terreno ideal para rastrear los síntomas de nuestra propia situación social que las manipulaciones interesadas del lenguaje intentan colar de tapadillo. Tomemos como ejemplo la reciente creación del Ministerio de Ciencia e Innovación, que es síntoma de un aire de los tiempos que afecta por igual a todas las fuerzas políticas y que no depende de personas particulares. Reparemos únicamente en la operación semántica que se oculta tras esta novedad administrativa, y en la circunstancia colectiva a la que responde. Es seguro que a los autores de la fórmula "ciencia e innovación" les guiaba el loable deseo de acabar con el secular desprecio por la ciencia del que tanto se ha acusado a nuestra cultura y el de revestirla con un halo de prestigio social. Pero nótese la estrategia lingüística seguida para ello: se ha descompuesto el tradicional sintagma "educación y ciencia" para buscarle a esta última un mejor partido, la "innovación". Es decir, que subyace a la nueva construcción el supuesto de que al menos una de las cosas que fomentaba el descrédito de la ciencia era precisamente su asociación con la educación, y en concreto con la figura del "profesor" o, peor, del "maestro" (una palabra que reúne dos rasgos semánticos tan embarazosos como "autoridad" y "salario de hambre"). Las razones de ese vínculo deshonroso son variadas, pero es probable que la lamentable condición en que se encuentra la enseñanza pública en muchos lugares de nuestro país haya contribuido a que el término "educación", tras su divorcio forzado de la "ciencia", haya venido a formar pareja de hecho con la "política social", viéndose así mancillado por el estigma que siempre comporta el ser cosa de pobres (no nos extrañemos luego de que haya crisis de vocaciones y de que nadie quiera ser considerado "alumno"); Juan Carlos Rodríguez Ibarra, en EL PAÍS del 2 de julio (¿Crisis económica o de modelo?), proponía lavar esta mancha con una nueva enmienda lingüística: abandonar el gastado vocablo "profesor" y sustituirlo por el más lustroso de "agente organizador" ("animador cibernáutico" podría ser otra posibilidad).
El caso es que, asociada a "educación", la palabra "ciencia" sonaba demasiado a mucho estudiar, a mucho experimentar y a catedráticos extravagantes como cierto personaje de Jerry Lewis, muy capaces de inventar cosas tan impopulares como las bombas atómicas. En su afán de huir -para no crear alarma social, como diría un personaje de El Roto- de la ominosa expresión "crisis", el presidente del Gobierno considera (en entrevista concedida a EL PAÍS del 29 de junio) que la discusión sobre el uso de este término es "un debate académico"; podría haber dicho "una mera cuestión de palabras", pero no: dice debate académico. Es decir, que los académicos no son los científicos -las gentes que se tratan con la realidad de la manera más precisa que hemos llegado a alcanzar-, sino una especie de sofistas o de teólogos escolásticos que se pasan el día discutiendo de palabras ("crisis", "nación", "miembra") sin llegar nunca a conclusiones definitivas a causa de su apego al indeterminismo popperiano. ¿Quiénes son, pues, los que se tratan con las cosas y no pierden el tiempo en debates interminables? ¿Quiénes son los verdaderos científicos liberados de connotaciones educativas y semánticamente coaligados con la riqueza? Sin duda, son los "agentes organizadores" de la sociedad, es decir, los empresarios. Si a la ciencia se le quitan las implicaciones de la enseñanza y se le añaden las de la empresa tecnológica, desaparecen todas sus connotaciones enojosas y se convierte en algo deseable. De ahí que, fuera de contextos ceremoniales, nadie use ya el término "ciencia" y que, pese a la presunta pereza prosódica del hablante-tipo, haya sido sustituido por el eufónico "i más dé más i", que concentra toda clase de signos sumatorios de positividad y de atributos amables; "investigación": hasta la prensa del corazón y otras vísceras recibe un baño de eufemismo cuando se convierte en "periodismo de investigación"; "desarrollo": lo contrario es el subdesarrollo, y ya hemos dicho que la pobreza es una mala compañía semántica; e "innovación", la reciente compañera de la ciencia, significa "innovación empresarial", conocimiento que, en vez de dolores de cabeza, da dinero (¿no es para eso para lo que mandamos a nuestros hijos a las universidades, para que aprendan a ganar dinero?). He aquí cómo el poder mágico del lenguaje permite, sin mermar las arcas públicas, convertir al frikerío de funcionarios apoltronados y estudiantes absentistas en una elite de empresarios de éxito e investigadores radiantes. El lenguaje no podrá evitar, desde luego, que la Universidad se someta a la lógica y a las necesidades de las empresas, cerrando o pauperizando los establecimientos improductivos del sector humanitario, que la enseñanza se transforme en entrenamiento de empleados dóciles, que los debates académicos sean sustituidos por asientos contables y que los viejos principios de la Ilustración, como la verdad y la justicia, se suplan con ajustes financieros y zonas wi-fi. Pero, ya que hemos de tragar píldoras como ésta, no utilicemos términos desapacibles, que ya están las cosas demasiado feas como para que encima aumentemos nuestros padecimientos llamándolas por su nombre. Manuel Rivas (Lo común, EL PAÍS del 28 de junio) ha escrito que "España necesita lexemas de simpatía", y nadie puede discutirle su jurisdicción en este terreno. Carlos Carnero (EL PAÍS, 30 de junio) ha censurado a Juanjo Millás por utilizar lexemas antipáticos para criticar la muy progresista (y, por tanto, positiva y simpática) directiva del retorno de inmigrantes -otros que siempre se ponen negativos- recién aprobada por la Unión Europea. Y hasta Gianni Vattimo, en su "autobiografía a cuatro manos", se pregunta si su enfado con el mundo actual se debe a que su lenguaje es el de un cascarrabias septuagenario o si acaso será verdad que la derecha italiana practica la política de la desvergüenza y que la izquierda que se le opone es oportunista, pusilánime y paralítica (qué Dilema, D'Alema). Ya lo decía el padre Jesús Urteaga en la televisión franquista: "Siempre alegres para hacer felices a los demás".

From José Luis Pardo. El País. 19/07/08

jueves, 15 de enero de 2009

Tragedia en Ribadelago



50 años ya. 50 años desde que las prisas del gobierno franquista por construir una presa en Vega de Tera se cobraron 144 vidas.50 años y nadie ha sido condenado. Nadie ha indemnizado a las víctimas del reventón de una presa construida aceleradamente con materiales pobres. Y no, por supuesto, ni los sanabreses ni los zamoranos enamorados de esa bella comarca, consideramos "indemnizaciones" a las ridículas cantidades que ofrecieron los encargados de las presa, quienes se aprovecharon de la indigencia de los supervivientes para estipular pagos más bien relacionados con ganado que con personas: 25.000 pesetas por niño, 60.000 por mujer y 90.000 por hombre. Y ni siquiera esto se respetó, según muchos supervivientes, se ofrecieron 100.000 pesetas a personas que habían perdido hasta 7 familiares. Y Ribadelago de Franco no fue una solución, un pueblo situado en la umbría construido al estilo andaluz que por supuesto pega mucho con las construcciones de piedra y pizarra de la zona. Nos quisieron hacer callar, pero ni callamos ni olvidamos.

Tetas-Corazón


Ramiro, detrás de unas tetas hay un corazón por explorar

Triste feliz




Y el mandil de todas las abuelas lleva escrito en sus manchas el amor sobre esta tierra